sábado, 22 de agosto de 2009

Nota a "Casa tomada"

Escribí esta breve nota hacia fines de 2007 para una charla sobre Julio Cortázar. Las circunstancias que motivaron su escritura no difieren demasiado de las que hoy la incluyen, con algunas modificaciones, dentro de este espacio. 




Hernán Diez

"Casa tomada” es uno de los cuentos más populares de Julio Cortázar. Desde su publicación, en 1951, nos han hablado de él en todas partes. Precisamente, la cara visible de la popularidad del cuento es ese algo que nos han dicho. A propósito de lo que se dice, nadie desconoce que en cualquier esfera de la cultura hay discursos dominantes. La esfera de la literatura, desde luego, no está exenta de este mecanismo de poder y hay lecturas que prevalecen sobre otras.

Me interesa detenerme en este punto porque hay cierta lectura de “Casa tomada”, una lectura que podríamos llamar dominante, con la que estoy en desacuerdo. Esa lectura parte de una pregunta de este tipo: ¿Cómo se podría entender “Casa tomada” sin el peronismo? ¿Cómo, si se deja de lado la actitud que asumió la pequeña burguesía hacia el peronismo? Creo que esa pregunta es válida y creo también que la lectura que puede desprenderse de ella es interesante, en la medida que nos permite pensar ciertos aspectos de nuestra sociedad, de nosotros mismos. Pero supongo que estaremos de acuerdo en que esta hipótesis no invalida otras posibles lecturas. Pues bien, no se puede estar de acuerdo con todo el mundo. Basta con observar qué sucede cuando se intenta proponer, en cualquier ámbito, una lectura deslindada de esa hipótesis. A nadie puede extrañar que dicha lectura dominante despierte el entusiasmo de aquellos lectores que, por diversas razones, creen hallar en el cuento una fantástica trasposición del declarado antiperonismo de Cortázar.

Leo un diario de agosto de 1946. Una nota muy breve hace referencia a “las víctimas de Hiroshima”. ¿Acaso puedo “entender” esta nota sin la bomba que Estados Unidos había arrojado el año anterior sobre Hiroshima? Es obvio que no entendería o que entendería mal. Pongo entre comillas la palabra “entender”, porque me parece que es central el uso que se hace de ese término dentro de la lectura dominante que acabo de referir. “Entender” equivale a leer correctamente, escolarmente, y eso tiene poco o nada que ver con la literatura. Aun quienes leen con pretensiones de copista no pueden dejar de admitir que sus copias son distintas. Con frecuencia, he notado que los músicos se plantean el problema de manera muy diferente, pues la evidencia de que la partitura no es la realización de la música no da lugar a equívocos. Esto mismo sucede con la literatura. Sin la intervención creativa del lector no existe el texto literario.

Que un cuento haya sido escrito en circunstancias históricas concretas no significa que esas circunstancias estén calcadas en ese cuento. El referente de una ficción (sea o no literaria) es siempre un referente ficcional. Por lo demás, el realismo no es más que un efecto de sentido y, en todo caso, cada época construye su propio realismo. La literatura no es un reflejo de la realidad, sino una interrogación sobre la realidad. Quien lee literatura tiene algo que preguntarse sobre un mundo que parece incuestionable.

Hemos demorado una pregunta que posiblemente ustedes ya se hayan hecho: ¿por qué esta lectura del cuento de Cortázar es dominante con respecto a otras posibles lecturas? Me parece que eso se explica por el hecho de que esta lectura se inscribe en un modo de leer dominante, cuyo rasgo distintivo es leer el texto a partir del contexto. Ya no leemos una novela, un cuento, un poema, porque la literatura se convierte (en el mejor de los casos) en el subproducto de un análisis histórico, sociológico, psicológico, político, etc. Lo que intento señalar es que la dirección de trabajo del lector es desde el texto hacia el contexto y no lo contrario. Aún más: toda lectura que no comience por el texto, por nuestra experiencia de lectura –que no es la acción aislada de un individuo frente al texto: nunca estamos solos frente al texto-, supone una impostura.

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