sábado, 23 de marzo de 2019

Contra-pedagogías de la crueldad


Segato, Rita, Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo, 2018.

El libro reúne cuatro conferencias enlazadas por diferentes temas sobre los que Rita Segatto ha trabajado durante muchos años. Encontraremos cruces entre género, raza y cultura desde una perspectiva decolonial. En todo momento, el texto conserva la frescura de la oralidad, de un diálogo consigo misma y con el otro, de una conversación en la que las preguntas son siempre más importantes que las respuestas. Como lo sugiere el título, en estas conferencias hay una preocupación central por la educación, por los significados de la educación. Rita define de este modo a las pedagogías de la crueldad:“Cuando hablo de una pedagogía de la crueldad me refiero a algo muy preciso, como es la captura de algo que fluía errante e imprevisible, como es la vida, para instalar allí la inercia y la esterilidad de la cosa, mensurable, vendible, comprable y obsolescente, como conviene al consumo en esta fase apocalíptica del capital.” La última conferencia, en una reflexión como profesora, apunta lo que podría entenderse como una declaración de principios acerca de qué es enseñar: “No tenemos que enseñar a aprender; tenemos que enseñar a pensar.”

viernes, 15 de marzo de 2019

Marguerite Yourcenar / Memorias de Adriano


Yourcenar, Marguerite, Memorias de Adriano (1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1982.

"No desprecio a los hombres. Si así fuera no tendría ningún derecho, ninguna razón para tratar de gobernarlos. Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos, o simplemente para evitar sufrir. Lo sé: soy como ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Entre el prójimo y yo las diferencias que percibo son demasiado desdeñables como para que cuenten en la suma final. Me esfuerzo pues para que mi actitud esté tan lejos de la fría superioridad del filósofo como de la arrogancia del César. Los hombres más opacos emiten algún resplandor: este asesino toca bien la flauta, ese contramaestre que desgarra a latigazos la espalda de los esclavos es quizá un buen hijo; ese idiota compartiría conmigo su último mendrugo. Y pocos hay que no puedan enseñarnos alguna cosa. Nuestro gran error está en tratar de obtener de cada uno en particular las virtudes que no posee, descuidando cultivar aquellas que posee."

sábado, 9 de marzo de 2019

Byung-Chul Han: Diversidad


Byung-Chul Han, La expulsión de lo distinto (2016), Buenos Aires, Herder, 2018.

"La diversidad solo permite diferencias que estén en conformidad con el sistema. Representa una alteridad que se ha hecho consumible. Al mismo tiempo, hace que prosiga lo igual con más eficiencia que la uniformidad, pues, a causa de una pluralidad aparente y superficial, no se advierte la violencia sistemática de lo igual. La pluralidad y la elección fingen una alteridad que en realidad no existe."

sábado, 2 de marzo de 2019

Carlos Skliar: Convivir


Cuando se habla de convivencia, en educación, se habla de una noción que tiene algo de pacto, de zona neutral en la que todos podemos vivir en paz. Pero, ¿es posible excluir la conflictividad de ese pacífico territorio neutral? ¿Puede haber convivencia sin conflicto? Carlos Skliar analiza esta dimensión conflictiva de la convivencia humana en un texto cuya referencia inmediata es la educación.

Skliar, Carlos, Diez escenas educativas para narrar lo pedagógico entre lo filosófico y lo literario, Plumilla Educativa, ISSN-e1657-4672, Vol. 8, Nº. 2, págs. 11-22.


Sexta escena: ESTAR-JUNTOS

La pregunta sobre la convivencia se ha vuelto una cuestión que remite demasiado al lenguaje formal, a la suma y/o a la resta de cuerpos presentes; pero mucho menos a la contingencia de la existencia misma, de toda y cualquier existencia. Aquí estaría la señal, entonces, de por qué la convivencia no puede ser apenas entendida como una negociación comunicativa, como una presencia literal, física, material de dos o más sujetos específicos puestos a ‘dialogar’ y, entonces, a ‘converger’ y ‘consensuar’ irremediablemente.

La palabra convivencia sugiere un primer acto de diferenciación: aquello que se distingue entre los seres y que es, sin rodeos, lo que provoca contrariedad. Si no hubiera contrariedad no habría pregunta por la convivencia. Y la convivencia es ‘convivencia’ porque en todo caso hay -inicial y definitivamente- perturbación, intranquilidad, conflictividad, turbulencia, diferencia, afección y alteridad. Hay convivencia porque hay una afección que supone, al mismo tiempo, el hecho de ser afectado y el de afectar; porque convivir, estar en común, estar juntos, estar entre varios, como lo expresa Jean-Luc Nancy: “Es ser tocado y es tocar. El “contacto” –la contigüidad, la fricción, el encuentro y la colisión- es la modalidad fundamental del afecto”.1

Ese estar juntos, ese contacto de afección no es un vínculo de continuidad, no es reflejo de una comunicación eficaz sino, sobre todo, un embate de lo inesperado sobre lo esperado, de la fricción sobre la quietud, la existencia del otro en la presencia del uno.

Sin embargo buena parte de los discursos acerca de la convivencia como inclusión –sobre todo aquellos que pretenden capturar todas las configuraciones posibles de la relación entre nosotros y ellos, o entre lo uno y lo otro, lo mismo y lo diferente- afirman el convivir, sí, pero a condición de que no se perpetúen las embestidas y que el contacto se mantenga a una distancia prudencial, matizada por palabras de orden tales como tolerancia o aceptación o reconocimiento del otro, quizá porque allí no hay relación, sino un exceso de lejanía o indiferencia.

Ahora bien: esa distancia que se asume como distancia de altura o distancia de jerarquía es imposible, porque, como continúa diciendo Jean-Luc Nancy: “(…) lo que el tocar toca es el límite: el límite del otro –del otro cuerpo, dado que el otro es el otro cuerpo, es decir lo impenetrable (…) Toda la cuestión del co- estar reside en la relación con el límite: ¿cómo tocarlo y ser tocado sin violarlo? (…) Arrasar o aniquilar a los otros –y sin embargo, al mismo tiempo, querer mantenerlos como otros, pues también presentimos lo horroroso de la soledad”.2

1 Jean-Luc Nancy. La comunidad enfrentada, Buenos Aires: ediciones La Cebra, 2007, pág. 51.

2 Ibídem, págs. 51-52.