miércoles, 28 de abril de 2010

"Surge una nueva forma de gorilismo en la era de los K"

Guillermo Martínez opina que la clase media odia al Gobierno de modo irracional e indiscriminado

14 de abril de 2010 - Laura Di Marco - La Nación

"Ha surgido un nuevo gorilismo en la era de los K, que consiste en rechazar todo lo que hace este gobierno por considerarlo contaminado y sospechoso. Se trata de un odio irracional, que no se toma el trabajo de analizar cada medida en particular ni de comparar honestamente a esta administración con las anteriores", dice el escritor Guillermo Martínez, uno de los narradores argentinos más traducidos en el mundo. Martínez, que además de escritor es matemático, considera a los Kirchner "la máxima izquierda que puede tolerar la sociedad argentina", aunque aclara que no se siente kirchnerista. 

"Como hombre con militancia en la izquierda, reconozco que este gobierno hizo muchas de las cosas que haría un gobierno socialista, pero las alianzas que tuvo que trabar para poder sostenerse en el poder me parecen repudiables y hacen que yo no pueda sentir identificación", explica. 

Hace casi un año, uno de sus relatos, "Infierno grande", fue publicado en la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker. Martínez se convirtió, así, en el segundo autor nacional, después de Jorge Luis Borges, en lograr ese privilegio. 

Se crió políticamente en el PC, más precisamente en la Federación Juvenil Comunista, y en los años 80, tuvo militancia gremial y política. "Cuando hacía política buscaba cambiar el mundo, pero no logré cambiar ni al consorcio donde vivía", ironiza. 

Martínez afirma que los ciudadanos comunes tienen la tendencia a creer en las teorías del complot, porque ese mecanismo contribuye a elevarles la autoestima. Dice: "La gente tiende a descreer de las explicaciones más sencillas y lógicas y, en cambio, cree con facilidad en historias de poderes ocultos que conspiran para producirlos. Esa creencia genera la sensación de que uno es un iluminado y no un ingenuo, como todos los que «compran» la versión oficial. Por eso digo que es un mecanismo que está al servicio de elevar la autoestima. Aunque, ojo, a veces los paranoicos tienen razón. Es obvio que las logias existen, pero de ahí a suponer que todo lo publicado es falso hay un trecho largo". 

-¿Será por eso que tienen tanto éxito los libros de historia que supuestamente muestran la trama oculta de las versiones políticamente correctas? 

-Por supuesto que sí. A la gente le encanta cuando le cuentan que el hombre, en verdad, no llegó a la Luna, o que las Torres Gemelas en realidad cayeron por un autoatentado perpetrado por el FBI. 

-¿El momento actual hace que se interese más o menos por la política? 

-La política me interesó siempre. Como socialista, observé el surgimiento de este gobierno con escepticismo, pero poco después me sorprendió empezar a tener cierta esperanza. Por ejemplo, cuando se reabrieron los juicios a los militares, que ya nadie pedía; cuando tranquilizaron el desborde social sin matar a nadie y, sobre todo, cuando rompieron el discurso único en el manejo de la economía y dejamos de tener un monitoreo constante sobre nuestros asuntos. 

-¿Por qué cree que existe tanto rechazo hacia el kirchnerismo, sobre todo en la clase media? 

-Porque la clase media argentina -a diferencia de las clases medias en otros países donde he vivido, como Gran Bretaña o Estados Unidos- es muy ostentosa y sólo se solidariza con las clases más bajas cuando le va mal. ¿Te acordás cuando, en 2001, golpeaban cacerolas? Entonces, en el declive, es cuando la clase media está de acuerdo con un gobierno que impulsa el aumento de los impuestos o el blanqueo de la empleada doméstica. Pero esa alianza se rompe cuando las franjas medias empiezan a mejorar y entonces ya no están tan de acuerdo con los impuestos, porque tocan su bolsillo. Ese fenómeno encarna el nuevo gorilismo que vemos hoy. 

-¿En qué consistiría ese neogorilismo del que habla? 

-Es un odio irracional a cualquier cosa que haga este gobierno, sin tomarse el trabajo de pensar honestamente si la medida es buena o mala para ellos. O de comparar esas medidas con las administraciones anteriores, que no fueron mejores. Los brotes de felicidad que produjo la enfermedad de Kirchner fueron otro indicador. Lo más elocuente de este gorilismo es que cuando la clase media comienza a mejorar también empieza a mimetizarse con los valores de la clase alta. 

-Pero ¿no es este gobierno el que basa su modelo en el aumento del consumo y mide sus logros en función de la cantidad de autos o de electrodomésticos vendidos? 

-Sí, claro. Pero habría que recalcar que existe otro sector de la clase media que se enrola en la educación, en los deportes o en las ciencias, que está más volcado a la cultura y que no necesita consumir tanto. Por otra parte, el Gobierno también debería tomar en cuenta los consumos culturales para medir logros, en lugar de deprimirse porque no rompimos un récord de venta de autos. Es curioso observar lo que sucede con los autos y el tránsito en la Argentina, porque son reveladores de nuestra cultura política. Estar al volante es administrar un pequeño poder, que pone a prueba la autolimitación. Y por la forma en que se maneja, es obvio que eso no ocurre. Cómo manejan resume quiénes son los argentinos. 

-¿Y la autolimitación no implica, también, renunciar a comprar dos millones de dólares cuando se tiene información privilegiada, precisamente por estar en el poder? 

-Desde luego. Por eso siempre creí que haber nombrado la Corte que tenemos fue un momento de iluminación, en el que sí hubo una autolimitación. Fue un milagro. 

-Usted señala los vicios de la clase media, pero el escaso apego de los Kirchner a la autolimitación, o sus alianzas dudosas, también socavaron sus lazos con las clases medias urbanas. 

-El problema es muy difícil desde la ética política. Es probable que, para poder sostenerse en el poder en la Argentina un gobierno necesite hacer cosas repudiables: aliarse con intendentes impresentables, sindicalistas que chantajean, capitalistas amigos o con ciertos medios que ahora son enemigos, pero que antes eran amigos... 

-Usted dice que los K son la máxima izquierda tolerable en la Argentina. ¿Y a Pino Solanas dónde lo ubica, entonces? 

-Pino no podría hacer nada. No tendría la fuerza para barrer con viejas estructuras, ni tampoco para enfrentar factores de poder. 

-¿Y Pepe Mujica no le gusta? 

-Creo que a los gobernantes hay que juzgarlos por sus actos de gobierno. Y no me dio la sensación de que el Frente Amplio pueda considerarse de izquierda, ni tampoco Lula. 

martes, 27 de abril de 2010

Raymond Carver, "El padre".


   El bebé estaba en una canasta al lado de la cama, y llevaba puesto un pelele y un gorro blanco. La canasta de mimbre estaba recién pintada, acolchada con pequeños edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro. Las tres hermanitas y la madre, que se acababa de levantar de la cama y aún no se había despertado del todo, y la abuela rodeaban todas al bebé y observaban cómo miraba con fijeza y de cuando en cuando se llevaba el puño a la boca. No sonreía ni reía, pero a veces parpadeaba y movía la lengua entre los labios cuando una de las niñas le pasaba la mano por la barbilla.
  El padre estaba en la cocina y les oía jugar con el bebé.
  —¿A quién quieres tú pequeñín? — dijo Phyllis—, y le hizo cosquillas en la barbilla.
  —Nos quiere a todos — dijo Phyllis—, pero al que quiere de veras es a papá, ¡porque papá también es chico!
  La abuela se sentó en el borde de la cama y dijo:
  —¡Mirad su bracito! Tan gordo. ¡Y esos deditos! Igualitos que los de su madre.
  —¿No es una preciosidad? —dijo la madre—. Tan sano, mi niñito. —Se inclinó sobre la cuna, besó al bebé en la frente y tocó la colcha que le tapaba el brazo—. Nosotros también le queremos.
  —¿Pero a quién se parece, a quién se parece? —exclamó Alice, y todas ellas se acercaron a la canasta para ver a quién se parecía.
  —Tiene los ojos bonitos —dijo Carol.
  —Todos los bebés tienen los ojos bonitos —dijo Phyllis.
  —Tiene los labios del abuelo —dijo la abuela—. Fijaos en esos labios.
  —No sé...—dijo la madre—. No sabría decir.
  —¡La nariz! ¡La nariz! —gritó Alice.
  —¿Qué pasa con su nariz? —preguntó la madre.
  —En la nariz se parece a alguien —dijo la niña.
  —No, no sé... —dijo la madre—. No creo.
  —Esos labios...— dijo entre dientes la abuela—. Esos deditos... — dijo, destapando la mano del bebé y extendiéndole los menudos dedos.
  —¿A quién se parece este niño?
  —No se parece a nadie —dijo Phyllis. Y todas se acercaron aún más a la canasta.
  —¡Ya sé! ¡Ya sé! — dijo Carol—. ¡Se parece a papá! —Todas miraron al bebé de muy cerca.
  —¿Pero a quién se parece su papá? — preguntó Phyllis.
  —¿A quién se parece papá?— repitió Alice, y entonces todas ellas miraron a la vez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a ellas.
  —¡Vaya, a nadie! —dijo Phyllis, y se puso a lloriquear un poco.
  —Calla —dijo la abuela, apartando la mirada. Luego volvió a mirar al bebé.
  —¡Papá no se parece a nadie! —dijo Alice.
  —Pero tendrá que parecerse a alguien —dijo Phyllis, secándose los ojos con una de las cintas. Y todas salvo la abuela miraron al padre, que seguía sentado en la cocina.
  Se había dado la vuelta en su silla y tenía la cara pálida y sin expresión. 

Carver, Raymond, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), Barcelona, Anagrama, 1997.
  

lunes, 19 de abril de 2010

Jorge Luis Borges, "Diálogo sobre un diálogo".

  
Borges, Jorge Luis, “Diálogo sobre un díalogo”, El hacedor (1960), Buenos Aires, Emecé, 1984.

A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.

Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron

A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.
  

lunes, 5 de abril de 2010

Gregory Colbert

Gregory Colbert nació en Canadá en 1960. Realizó documentales y cortometrajes sobre distintos temas sociales hasta 1992. Desde entonces, ha viajado por la India, Ceilán, Tailandia, Egipto, Birmania, Dominica, Tonga y Azores. Su trabajo de este período se centra en el vínculo entre los seres humanos y los animales.


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