miércoles, 24 de febrero de 2010

Fedor Dostoievski, "Memorias del subsuelo".

Dostoievski, Fedor, Memorias del subsuelo, Buenos Aires, Losada / Página 12, 2008.



"Hemos llegado a considerar la vida real, la vida viva, como algo ingrato, como un servicio penoso, y todos estamos de acuerdo en que lo mejor es adaptarse a los libros. ¿Qué objeto tiene nuestra agitación? ¿Qué buscamos? ¿Qué deseamos? Ni nosotros mismos lo sabemos. Es más, si nuestros deseos se cumpliesen, no nos sentiríamos felices.

Si nos diesen un poco de libertad, si desatasen nuestras manos, si ensanchasen nuestro círculo de acción, si nos quitasen las riendas, inmediatamente -estoy seguro- solicitaríamos que nos volvieran a poner bajo tutela. Sé que os he enojado, que vais a gritar, a protestar: `¡Hable por usted solo y por sus miserias subterráneas!´ ¡Suprima ese nous tous!´ Perdonen, señores, pero no he pensado en modo alguno justificarme apelando a esta omnitude. En lo que me concierne personalmente, no he hecho otra cosa en mi vida que llevar hasta el fin lo que ustedes solo han llevado hasta la mitad, aunque se han consolado con la mentira de llamar prudencia a la cobardía.

Tanto es así, que mi vida es tal vez más real que la de ustedes.

Fíjense bien. Hoy todavía no sabemos dónde se oculta la vida, qué clase de sitio es ese ni cómo se llama.

Si nos abandonan, si nos retiran los libros, nos veremos inmediatamente en un embrollo, todo lo confundiremos, no sabremos a dónde ir ni cómo ir, ignoraremos lo que se debe amar y lo que se debe odiar, lo que debe respetarse y lo que solo merece desprecio. Incluso nos molesta ser hombres, hombres de carne y hueso; nos da vergüenza, lo consideramos como un oprobio y soñamos con llegar a convertirnos en una especie de seres abstractos, universales. Somos seres muertos desde el momento de nacer. Además, hace ya mucho tiempo que no nacemos de padre vivos, lo que nos complace sobremanera. Pronto descubriremos el modo de nacer directamente de las ideas".

martes, 9 de febrero de 2010

Jorge Luis Borges, "El amenazado".

Jorge Luis Borges, El oro de los tigres (1972).


El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de la letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo, es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por la ventana, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo se, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.




Jorge Luis Borges y Estela Canto