Guillermo Martínez opina que la clase media odia al Gobierno de modo irracional e indiscriminado
14 de abril de 2010 - Laura Di Marco - La Nación
"Ha surgido un nuevo gorilismo en la era de los K, que consiste en rechazar todo lo que hace este gobierno por considerarlo contaminado y sospechoso. Se trata de un odio irracional, que no se toma el trabajo de analizar cada medida en particular ni de comparar honestamente a esta administración con las anteriores", dice el escritor Guillermo Martínez, uno de los narradores argentinos más traducidos en el mundo. Martínez, que además de escritor es matemático, considera a los Kirchner "la máxima izquierda que puede tolerar la sociedad argentina", aunque aclara que no se siente kirchnerista.
"Como hombre con militancia en la izquierda, reconozco que este gobierno hizo muchas de las cosas que haría un gobierno socialista, pero las alianzas que tuvo que trabar para poder sostenerse en el poder me parecen repudiables y hacen que yo no pueda sentir identificación", explica.
Hace casi un año, uno de sus relatos, "Infierno grande", fue publicado en la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker. Martínez se convirtió, así, en el segundo autor nacional, después de Jorge Luis Borges, en lograr ese privilegio.
Se crió políticamente en el PC, más precisamente en la Federación Juvenil Comunista, y en los años 80, tuvo militancia gremial y política. "Cuando hacía política buscaba cambiar el mundo, pero no logré cambiar ni al consorcio donde vivía", ironiza.
Martínez afirma que los ciudadanos comunes tienen la tendencia a creer en las teorías del complot, porque ese mecanismo contribuye a elevarles la autoestima. Dice: "La gente tiende a descreer de las explicaciones más sencillas y lógicas y, en cambio, cree con facilidad en historias de poderes ocultos que conspiran para producirlos. Esa creencia genera la sensación de que uno es un iluminado y no un ingenuo, como todos los que «compran» la versión oficial. Por eso digo que es un mecanismo que está al servicio de elevar la autoestima. Aunque, ojo, a veces los paranoicos tienen razón. Es obvio que las logias existen, pero de ahí a suponer que todo lo publicado es falso hay un trecho largo".
-¿Será por eso que tienen tanto éxito los libros de historia que supuestamente muestran la trama oculta de las versiones políticamente correctas?
-Por supuesto que sí. A la gente le encanta cuando le cuentan que el hombre, en verdad, no llegó a la Luna, o que las Torres Gemelas en realidad cayeron por un autoatentado perpetrado por el FBI.
-¿El momento actual hace que se interese más o menos por la política?
-La política me interesó siempre. Como socialista, observé el surgimiento de este gobierno con escepticismo, pero poco después me sorprendió empezar a tener cierta esperanza. Por ejemplo, cuando se reabrieron los juicios a los militares, que ya nadie pedía; cuando tranquilizaron el desborde social sin matar a nadie y, sobre todo, cuando rompieron el discurso único en el manejo de la economía y dejamos de tener un monitoreo constante sobre nuestros asuntos.
-¿Por qué cree que existe tanto rechazo hacia el kirchnerismo, sobre todo en la clase media?
-Porque la clase media argentina -a diferencia de las clases medias en otros países donde he vivido, como Gran Bretaña o Estados Unidos- es muy ostentosa y sólo se solidariza con las clases más bajas cuando le va mal. ¿Te acordás cuando, en 2001, golpeaban cacerolas? Entonces, en el declive, es cuando la clase media está de acuerdo con un gobierno que impulsa el aumento de los impuestos o el blanqueo de la empleada doméstica. Pero esa alianza se rompe cuando las franjas medias empiezan a mejorar y entonces ya no están tan de acuerdo con los impuestos, porque tocan su bolsillo. Ese fenómeno encarna el nuevo gorilismo que vemos hoy.
-¿En qué consistiría ese neogorilismo del que habla?
-Es un odio irracional a cualquier cosa que haga este gobierno, sin tomarse el trabajo de pensar honestamente si la medida es buena o mala para ellos. O de comparar esas medidas con las administraciones anteriores, que no fueron mejores. Los brotes de felicidad que produjo la enfermedad de Kirchner fueron otro indicador. Lo más elocuente de este gorilismo es que cuando la clase media comienza a mejorar también empieza a mimetizarse con los valores de la clase alta.
-Pero ¿no es este gobierno el que basa su modelo en el aumento del consumo y mide sus logros en función de la cantidad de autos o de electrodomésticos vendidos?
-Sí, claro. Pero habría que recalcar que existe otro sector de la clase media que se enrola en la educación, en los deportes o en las ciencias, que está más volcado a la cultura y que no necesita consumir tanto. Por otra parte, el Gobierno también debería tomar en cuenta los consumos culturales para medir logros, en lugar de deprimirse porque no rompimos un récord de venta de autos. Es curioso observar lo que sucede con los autos y el tránsito en la Argentina, porque son reveladores de nuestra cultura política. Estar al volante es administrar un pequeño poder, que pone a prueba la autolimitación. Y por la forma en que se maneja, es obvio que eso no ocurre. Cómo manejan resume quiénes son los argentinos.
-¿Y la autolimitación no implica, también, renunciar a comprar dos millones de dólares cuando se tiene información privilegiada, precisamente por estar en el poder?
-Desde luego. Por eso siempre creí que haber nombrado la Corte que tenemos fue un momento de iluminación, en el que sí hubo una autolimitación. Fue un milagro.
-Usted señala los vicios de la clase media, pero el escaso apego de los Kirchner a la autolimitación, o sus alianzas dudosas, también socavaron sus lazos con las clases medias urbanas.
-El problema es muy difícil desde la ética política. Es probable que, para poder sostenerse en el poder en la Argentina un gobierno necesite hacer cosas repudiables: aliarse con intendentes impresentables, sindicalistas que chantajean, capitalistas amigos o con ciertos medios que ahora son enemigos, pero que antes eran amigos...
-Usted dice que los K son la máxima izquierda tolerable en la Argentina. ¿Y a Pino Solanas dónde lo ubica, entonces?
-Pino no podría hacer nada. No tendría la fuerza para barrer con viejas estructuras, ni tampoco para enfrentar factores de poder.
-¿Y Pepe Mujica no le gusta?
-Creo que a los gobernantes hay que juzgarlos por sus actos de gobierno. Y no me dio la sensación de que el Frente Amplio pueda considerarse de izquierda, ni tampoco Lula.
Para los que no tienen en claro el término "gorila", esto lo explica muy bien. Data de la década del 50 y de los tiempos de las dos primeras presidencias de Perón. El "gorila" se define específicamente por ser un personaje antipopular, perteneciente a una clase social elevada o privilegiada, que no ha producido su dinero rompiéndose el lomo precisamente sino por la explotación masiva de trabajo asalariado (por lo general, miserablemente asalariado). Este tipo de personas rechaza todo gobierno de orden popular, que tienda a favorecer a los sectores más humildes de la sociedad y se niegan a una redistribución de la riqueza que implique ceder un poco económicamente para que las personas de las clases sociales más bajas también puedan acceder a un salario, Salud, Educación y nivel de vida dignos. El "gorila" por lo general es de derecha, prefiere solucionar todo por la vía de la "mano dura" y en economía es netamente conservador.
ResponderEliminarLos antiperonistas de la década del 50 eran gorilas, los militares no son excatamente gorilas o,en realidad, son un poco menos que eso. El término, por más procedencia antigua que posea sigue siendo semánticamente utilizable en la actualidad. Ya lo ves en Argentina, los gorilas son los que salieron con las cacerolas de teflón a apoyar un país paralizado y a apoyar un desabastecimiento, pero eran los mismos que pedían "palo y la bolsa" cuando los piqueteros cortaban calles porque tenían hambre. Son los que no salen con cacerolas por causas como la tala indiscriminada de árboles, el genocidio de nuestros aborígenes, el asesinato del maestro Puentealba, etc. pero sí sale a apoyar al "campo" en una protesta que sólo tiene como objetivo no dejar de ganar unos cuantos miles de dólares de los muchos miles que ya ganan. Los gorilas son esos, los que hacen lobby para presionar, los que especulan con los precios altos y la inflación para buscar su propio beneficio, los que añoran las "relaciones carnales" con EE.UU, los que utilizan términos como "villero", "negrito", etc. etc para referise a quienes no piensan políticamente como él. Hoy en día se aplica el término "gorila" por lo general a todo opositor al gobierno actual, si bien nunca es bueno generalizar vale la pena decir que la gran mayoría de ellos sí lo son efectivamente. Ese es el gorila: anti-pobres, de clase alta, fascista, discriminador, despreciativo y conservador, un paradigma del gorila actual es Mauricio Macri.
Fumenla bien fumada. Yo no soy ningún gorila, lo unico que se que esta politica inflacionaria no me permite progresar. Estas enferma de la cabeza Cristina
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