Una mente tremendamente sensible
Hernán Diez
El Diario de Katherine Mansfield (1888–1923) fue publicado por primera vez en 1933 por su esposo, John Middleton Murry.
En su diario, Mansfield hace anotaciones sobre sus lecturas (Dostoievski, Tolstoi, Chejov, Nietzsche, Henry James, Shakespeare y Jean Austen son algunos de los autores que ha frecuentado), bosqueja relatos y apunta ideas para escribir otros, reflexiona constantemente sobre la creación literaria y sobre su literatura. También están apuntadas las distintas impresiones que tiene sobre su entorno, sobre su propia vida. Están sus dudas, sus angustias, sus alegrías, sus anhelos... Todo eso también está, pero consustanciado con lo anterior.
Una de las ediciones del diario está prologada por Virginia Woolf.[1] El título de ese prólogo es: “Una mente tremendamente sensible”. La sensibilidad (tremenda e implacable) que Virginia Woolf advierte en Mansfield se ensaya en su diario. Una sensibilidad que tal vez se remonta a la mítica hermana de Shakespeare y posteriormente a novelistas como Jean Austen y las hermanas Brönte. Sobre todo, es un diario escrito por alguien que ha comprendido que una parte importante de su trabajo como escritora consiste en forjar esa sensibilidad.
La entrada que transcribo a continuación pudo ser escrita entre el 27 y el 30 de octubre de 1921.
“Octubre. Me pregunto por qué debe ser tan difícil ser humilde. No creo ser una buena escritora; me doy cuenta de mis fallas mejor que cualquier otra persona. Sé exactamente dónde fallo. Y sin embargo, cuando he terminado una historia y he empezado otra, me sorprendo a mí misma componiendo mis plumas. Es desalentador. Parece haber algún orgullo malo y antiguo en mi corazón; una raíz que saca un grueso vástago a la menor provocación... Esto interfiere mucho con mi obra. No se puede ser calmo, claro, bueno como se debe, mientras eso dura. Miro las montañas, trato de orar y pienso en algo inteligente. Es una especie de exitación interior, que no debería ser. Cálmate. Despéjate. Todo lo que escriba en este estado de ánimo no será bueno; estará cargado de sedimento. Si estuviese bien, saldría sola y me sentaría bajo un árbol. Se debe aprender, se debe practicar olvidarse de uno mismo. No puedo decir la verdad sobre tía Anne a menos que esté libre para mirar su vida sin conciencia de mí misma. ¡Oh, Dios! Sigo dividida. Soy mala. Fallo en mi vida personal. Caigo en la impaciencia, el mal carácter, la vanidad, y así fallo como tu sacerdotisa. Tal vez la poesía me ayude.
Acabo de limpiar y de arreglar mi lapicera fuente. Si después de esto sigue perdiendo, ¡no es una dama!”
Mansfield, Katherine, Diario, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1978. La traducción es de Antonio Bonanno.
[1] Aparentemente existe una edición española, pero se encuentra agotada. El prólogo referido puede ser consultado en: La máquina del tiempo
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